Los 10 errores de la espiritualidad

[Fragmento de mi libro Metafísica angélica para la Llamada del Guerrero (2012-2020), pp.186-195]


«Según la perspectiva que se tome, estos errores se dividen en dos grandes grupos. Los primeros son aquellos que miran desde abajo hacia Arriba. Desde una posición de presente adolecemos por ese mundo perfecto que nuestro cerebro ha idealizado. Un mundo completamente separado del nuestro, en el que presumimos no existe ninguno de los males que padecemos en nuestra vida cotidiana. Un mundo al que hemos pertenecido y al que anhelamos volver, en tanto en cuanto consideramos es el mundo que realmente nos corresponde, lo que nos incita a no escatimar en hacer méritos que nos lleven de vuelta a él. Estos errores suponen una búsqueda de aquello que creemos no tener o que hemos perdido y, a las claras, suponen una huida –o la necesidad de escape– de una realidad presente que no aceptamos o nos negamos a asumir.

El segundo grupo es aquel que adopta una perspectiva distinta. Es cuando adoptamos una postura de un presunto Arriba y actuamos desde ahí, en este aquí abajo que en realidad nunca hemos abandonado. Desde tal posición nos esforzamos y nos forzamos a asumir un papel, una autoridad y una responsabilidad que en absoluto nos corresponde, una vez más en base a lo que nosotros creemos que debe ser. Forman parte de uno de los grandes engaños del ego y dado que son los errores más activos, constituyen los más peligrosos ya que la persona está poniendo todo su ejercicio en un puro espejismo.

Primer error: el concepto de “espiritualidad”. Es un concepto antiguo que venimos manteniendo de cuando la vida terrenal se veía separada de la realidad etérica, contemplada como la “otra vida” a la que accedíamos al transformarnos en espíritu, tras la muerte. Actualmente este concepto tan genérico ha venido a acaparar todo cuanto se relaciona con lo transpersonal y a tenor de cuanto sabemos hoy día respecto del funcionamiento del Universo y respecto de nuestras realidades dimensionales, a todas luces resulta no ya obsoleto, sino erróneo. Con la muy bien intencionada misión de englobar todo cuanto resulte inmaterial tal nomenclatura mantiene unas connotaciones que desvían la realidad, al poner su foco en un falso distanciamiento entre partes, conocimientos, realidades, que ya sabemos que no son sino uno/a. Nosotros y nuestro Yo Superior somos lo mismo, aun en vibración distinta, distinto plano y distinta conciencia.

Segundo error: el rechazo del mundo material. Es sin duda uno de los más antiguos. Este error se debe a una idealización exacerbada de la realidad etérica de la que venimos hablando. Entendemos que la materia nos impide ser quienes realmente somos. La que nos aprisiona, la que nos lastra y obliga a permanecer en un mundo que no es el que nos corresponde. Y hacemos cuanto podemos por intentar romper lo que entendemos como sus limitaciones. Antiguamente místicos y gurús lo hacían mediante ayunos, rezos, lecturas, retiros, mortificaciones del cuerpo… También culpabilizamos desde este error, además, a la realidad circundante (social, política, económica…) que en poco facilita nuestra pretensión y nos obliga a actuar fuera de nuestra conciencia. Pretendemos huir o establecer una separación que nos permita ser, cuando lo que en realidad deberíamos es saber estar, asumiendo nuestra responsabilidad de servicio en el aquí y ahora, porque es en el aquí y ahora donde está nuestro aprendizaje.

Tercer error: querer ser. Si en los dos casos anteriores encontrábamos claramente dos situaciones de huida, tanto en este tercer error como en el siguiente encontramos un matiz distinto: una huida hacia adelante. Es este un error muy cerebral. Seguimos en la dinámica de aceptar la parte celeste como la única buena, correcta y adecuada, esta vez con la diferencia de pretender vivirla en el aquí y ahora como si de la única fórmula viable se tratase; de una manera militante, mental. Esto nos conduce a un serio problema: querer no nos deja ser. Intentando llevar el control de lo que no es posible controlar quizá no estemos dejando espacio para la manifestación de quienes realmente somos o de lo que tengamos que hacer. Y tal vez estemos empeñados en algo que no tiene razón de ser con lo que además de no estar en el puesto que nos toca, cumpliendo con nuestro cometido, pudiera ser que estemos invadiendo el de algún otro con el perjuicio que ello supone.

Cuarto error: la “gula espiritual”. Es otro de los grandes errores originados por el intelecto que pretende entender y controlar. Cuando caemos en él simplemente nos preocupamos de saber, de acumular conocimientos, lecturas, cursos, seminarios, charlas, técnicas… sin más objetivo que el de entenderlo todo, pretendiendo llegar hasta la última consecuencia. Un proceso que lejos del anhelo original, acaba por promocionar la inacción, el hastío y el abandono dado que no conseguimos más que perdernos en la búsqueda. En primer lugar porque semejante afán de alcanzar a comprender la verdad última resulta una auténtica quimera que jamás lograremos. En segundo lugar porque al carecer de criterio u objetivo alguno lo que obtenemos es un anárquico caos del que no podemos sacar provecho alguno.

Quinto error: la “golosina espiritual”. De tal error ya advertía, en el siglo XVI, san Juan de la Cruz. Decía que quienes caen en este error “en sí son […] semejantes a los niños, que no se mueven ni obran por razón, sino por el gusto. Todo se les va a estos en buscar gusto y consuelo del espíritu, y para esto nunca se hartan de leer libros, y ahora toman una meditación, ahora otra, andando a la caza de este gusto con las cosas de Dios. A los cuales se les niega Dios muy justa, discreta y amorosamente, porque si esto no fuese, crecerían por esa gula y golosina espiritual en males sin cuento”. A primera vista en poco parece distanciarse del anterior, pero nada tiene que ver. Mientras aquel consistía en una compilación en aras de un entendimiento racional, cerebral, de un acto de control, en este caso de lo que se habla es de la adquisición de un provecho interior. Nada cabría objetar de no ser porque es precisamente la rentabilidad emocional o social lo que prima frente a hacer, a ser o a estar, frente al servicio que, para ser tal, debe quedar por entero libre de cualquier interés o satisfacción, incluido/a el/a personal.

Sexto error: la exageración. Este es un error muy común en el que habremos caído todos. Si estuviésemos hablando de lenguaje, sería lo que conocemos como hipercorrección. Bajo este error pretendemos atender y vivir tan exquisitamente bien nuestra parte transpersonal que, perdiendo el sentido de toda lógica, acabamos malmetiendo nuestra labor y por supuesto yendo en contra de nosotros mismos. Por él nos forzamos y esforzamos en funcionar tal y como los Seres de Luz que somos –tal y como nuestra imaginación nos da a entender– y convertimos la humildad en empequeñecimiento abnegado, el perdón en resignada aceptación, la fe en inacción pura…Nos negamos cualquier sentimiento que no sea felicidad, bienestar… Obligándonos a no enojarnos, a no preocuparnos… A reprimir cualquier reacción instintiva, a rectificar pensamientos y palabras que se alejen de los dictámenes de lo que nosotros suponemos Luz. Cuidándonos muy mucho de no caer ni vernos influidos o contagiados por ninguna de las aborrecibles manifestaciones de Oscuridad que nos acechan para trabar nuestras vidas y hacernos caer en desgracia.

Séptimo error: somos especiales. Este es también de los más comunes que solemos cometer cuando asumimos la parte de la transpersonalidad que conocemos y que nos lleva a darnos cuenta de que somos mucho más que un oficinista, una profesora, un número en el banco. Cuando asumimos que en realidad no importan tanto las facturas, la casa, las discusiones con los vecinos, con la familia… que nuestra vida cotidiana no es más que una parte incompleta del Ser que realmente somos y que podemos llegar a descubrir. Nada resulta reprochable hasta aquí, dado que todo cambio de conciencia conlleva un despertar interior que te hace ver la vida de una manera distinta. Siempre y cuando entendamos que en la medida en que nosotros somos especiales también lo es el resto de la gente, por lo que deberíamos afianzar aún más si cabe nuestra labor de servicio hacia un Bien Común de provecho y evolución, alejados de sobrevalorarnos por un ego henchido o de caer en una autocontemplación que nos conduzca hacia un autojustificado aislamiento del mundo, cuando no a un autojustificado rechazo del mundo.

Octavo error: el destino suprahumano. A veces viene en conjunción o a colación del anterior. Preponderar la misión terrena por encima de la propia vida terrena es uno de los grandes errores en los que podemos caer. Más allá de quienes seamos cósmicamente, nuestro destino se encuentra en nuestro presente. Nuestra labor también. No podemos menos-preciar el entorno en el que estamos porque precisamente es este el que nos va a proporcionar las experiencias y los aprendizajes para que podamos llevar a cabo la evolución que pretendemos. Una evolución que nosotros desconocemos y que puede esconderse en lo que al parecer de nuestro ego resulte lo más vulgar y menos significativo de este mundo, mientras nosotros seguimos empecinados en misiones que consideramos más interesantes.

Noveno error: la autoconfianza espiritual. Este es uno de los errores más dañinos. Alice Bailey lo define como “los principios astrales del discípulos”. Cuando caemos en él justificamos nuestros pasos, nuestros actos, nuestras palabras, en base a una realidad interior que hemos fraguado como verdad totémica, única e incuestionable que nos lleva a contemplar el mundo, las personas o las situaciones bajo nuestro prisma irrecusable. Y lo que es peor, no dudamos en manifestarla, imponerla o en vapulear a cualquiera que nosotros consideremos merecedor de una lección de vida.

Décimo error: la salvación espiritual. De nuevo otro de los grandes errores en los que caemos. Cuando entendemos que nuestro camino, que el proceso por el que hemos pasado, es de utilidad para todo el mundo. Cuando nos aventuramos además a intentar ser salvadores de los demás, creyendo que los demás tienen que ser salvados. Es un grandioso error no entender la premisa básica de que la evolución de cada uno es personal e intransferible, que no existen fórmulas ni atajos para la resolución de nada y de que cada uno tiene su tempo de evolución, su modo de resolver las disyuntivas que la vida le plantea, que no tiene por qué ser igual al de ningún otro.

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5 comentarios

  1. Diez puntos muy buenos sobre los cuales reflexionar…considero que el noveno sea uno de lo más difíciles de todos, porque nuestra conciencia, en su estado actual, solo puede ser percibida por ella misma. Albert Einstein decía que un problema no puede ser solucionado en el mismo estado en el que ha estado creado, es decir, ahí donde estoy es muy difícil darme cuenta que en mis convicciones y valores hayan limites, porque no los puedo percibir. Entonces, creo que la humildad puede ser una buena guía para eso: creer en nuestras creencias, pero admitir que cualquier día podrían cambiar….
    gracias por este post, muy interesante, seguiré el blog!

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    1. Gracias por tu aportación y comentario al blog. Comparto contigo que la humildad es el medio perfecto que nos permite cierta distancia de nosotros mismos, o como mínimo dejar entrar la posibilidad del cuestionamiento acerca de cuanto hacemos, decimos…etc. Por si te interesa, estos diez puntos fueron expuestos algo más extensos en una conferencia on line que puedes ver el siguiente post

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